Inventando el ciclismo

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Este post recoge la referencia de un libro, Inventando el ciclismo, publicado por la editorial Cultura Ciclista. Se subtitula así: Charles Terront y la primera París-Brest-París. ¿Qué quere decir esto? Que como indica Bernat López (a quien un día dedicaremos un post) en la introducción, nos retrotraemos a la prehistoria del ciclismo, si por tal entendemos todo lo que ocurrió antes de la primera edición del Tour de Francia allá por 1903, fecha que mucha gente sitúa como la de comienzo de este deporte.

Nosotros hemos dedicado aquí algunos artículos para describir a los pioneros del MTB. Pues bien, si situábamos la escena en la California hippy de los años 70 del siglo XX, para hablar de ciclismo hay que alejarse ¡algo más de un siglo! La primera gran carrera de carretera entre París y Rouen se corrió allá por ¡1869! Y la primera París-Brest-París tuvo lugar en 1891. Aunque parezca increíble, aquellas carreras no eran pruebas cortas de cien o doscientos kilómetros sino monstruos de ¡más de mil kilómetros! Por ejemplo, la París-Brest-París se corrió en 71 horas y media, en tres días del mes de septiembre de 1891 para completar la espectacular cifra de 1.196 kilómetros.

Todo esto se cuenta en este precioso libro que, como decía, debemos a Bernat López, un apasionado de la bici y de los libros que ha puesto en marcha un monumento tan importante o más que cualquier clásica de primavera: la editorial Cultura Ciclista. Siguiendo con la introducción al libro, Bernat explica cómo el ciclismo nace pegado a un máquina y eso lo diferencia de cualquier otro.

Las primeras michaulines se habían dado a conocer apenas dos años ants, en la Exposición Universal de París de 1867: eran unas máquinas de 40 kilos de acero forjado, con ruedas de madera con un aro metálico en su perímetro (ruedas de carro, literalmente) y un precio prohibitivo de 500 franco-oro por unidad. El artilugio era tan incómodo que los ingleses lo bautizaron con una denominación bien expresiva: boneshaker, meneahuesos.

Aquellos biciclos originales serán, no obstante, reemplazados por lo que hoy entendemos como bicicleta. Será hacia 1885 y se modifica la propulsión desde la rueda delantera hacia la trasera. Nacen los biciclos de seguridad, así denominados por la importante mejora en seguridad que suponía abandonar los enormes diámetros de las ruedas delanteras. Como toda innovación, necesitarían un cierto tiempo para ser aceptados, incluso por el propio Charles Terront, el ganador de aquella primera París-Brest-París de 1891, quien no adoptó la bicicleta hasta 1889.

¿Y el libro de qué va? Se trata de una entrañable recopilación de textos del héroe que ganó aquella primera París-Brest-París. Son nada más y nada menos que las «memorias de Charles Terront revisadas y ordenadas por Louis Baudry de Saunier», un periodista deportivo de la época. A cada cual lo que le toca. Y, de nuevo, insisto, todo esto llega a nuestras manos gracias a Bernat López. Mil gracias. Una lectura muy recomendable que despierta a la vez curiosidad y simpatía.

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2 Comentarios

  1. Juan M. Muñoz Luque

    Fue uno de los primeros títulos editados por Cultura Ciclista que leí. A él le siguieron otros tan interesantes como «Mañana Salimos», «Por amor al ciclismo», «Ocaña» y a la espera tengo «La pasión de Fausto Coppi».
    Estoy contigo Julen, Bernat López tiene bien merecido un post tuyo. Su labor como editor es impagable en un país con una bibliografía en castellano muy escasa para los apasionados del ciclismo y la lectura hasta la aparición de su editorial

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    1. Julen Iturbe-Ormaetxe (Autor del artículo)

      Sí, habría que hacer un monumento a estas personas que deciden llevar su pasión hasta estos límites. Ya escribiremos más de esto 🙂

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