El último repaso y las tentaciones de cambiar, cambiar y cambiar

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Estoy ya con el último repaso del texto de la tesis. Seguimos detectando pequeños errores: un coma aquí, una vocal mal puesta allá, una palabra demasiado repetida, una nota al pie que falta o sobra y cosas así. Parecen detalles menores. Pero de vez en cuando también aparece en escena alguna duda de mayor tamaño: ¿debería modificar esta idea?, ¿no convendría añadir alguna otra referencia académica?, ¿tiene lógica este párrafo? E incluso alguna más inquietante: ¿tiene sentido dejar los objetivos y las preguntas de investigación tal como están formulados?, ¿el marco conceptual es el que debería ser?, ¿las conclusiones realmente tienen fuerza?

Sí, dudas de diverso tipo. Y supongo que cada vez que relea el documento me asaltarán más. Es el cuento de nunca acabar. También sucede que uno no acaba de quedarse a gusto con lo que ha escrito. Pero no hay opción: hay que cerrar porque la fecha comprometida es la que es. Y aquí, desde luego, sí que aplica la ley de Parkinson: todo trabajo se alargará en el tiempo en función del ¡tiempo que le asignes! Así que, para evitar que esta tesis se extienda por aplicación de la teoría de los gases, hay que parar. Menos mal.

Quizá llega el momento en que un mayor número de revisiones no aporta sino que, al revés, termina por perjudicar el resultado final. Quizá la tesis deba dejar la puerta abierta a ciertos errores porque así somos los humanos. ¿No debería ser un punto de partida y no un destino final? Porque ahora es cuando aparecen nuevas ideas. Para eso escribimos unas «futuras líneas de investigación» en el capítulo final, ¿no?

Por lo que he hablado con gente experta en estas lides, lo que me sucede no es nada raro. Le pasa a la mayor parte de quienes andan rematando sus tesis doctorales: una sensación de cierta autocrítica con el producto, de malestar porque detectas que con más tiempo cambiaríamos buena parte de lo escrito. Será que tiene que ser así. Mira que suelo decir que convivo en general bastante a gusto con mis imperfecciones, pero eso no obvia para que a uno le entre cierta angustia por lo que podría ser y no será.

Disculpen estos desvaríos. Deben ser los últimos coletazos de la enfermedad. Sí, la del doctorando.

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