La economía alrededor del MTB

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En su día escribí en mi otro blog, el de toda la vida, algunas reflexiones respecto a los clusters. La cuestión de fondo tiene que ver con cómo agrupar hoy en día actividades económicas. En un mundo líquido la tarea no es nada fácil. Existen, claro está, taxonomías clásicas, como los archiconocidos CNAE. Allí no aparece «MTB» de forma específica, sino que hay que recurrir al concepto más genérico de «bicicleta». El código 3092 incluye la «fabricación de bicicletas y de vehículos para personas con discapacidad». Pero cuando dibujamos la cadena de valor que define al MTB, ¿qué deberíamos incluir?

Esta es una pregunta cuya respuesta ha ido «creciendo» a medida que avanzaba la investigación en la tesis doctoral. Porque la bicicleta de montaña hay que entenderla siempre desde dos perspectivas: el producto en sí y lo que se asocia a su práctica. Cierto que el producto es lo primero: sin ese objeto nada de lo que acontece después sería posible. Pero también es cierto que lo que sucede a partir de él conforma un amplísimo panorama.

Por empezar por lo más obvio, el primer vector agrupa a todas aquellas organizaciones que tienen relación con el producto físico. Hablamos de la marca y sus capacidades fabriles (variables según los casos) y, además, claro está, de los proveedores tanto de cuadros como de los muchísimos componentes que se pueden montar en la bici sin olvidar los complementos (ropa, herramienta y equipamientos para el ciclista en su más amplio sentido). En este mismo bloque se encuentran los distribuidores, esto es, las tiendas que venden bicicletas, sean minoristas o pertenecientes a grandes grupos de distribución, y cuenten o no con taller de mantenimiento. En este vector incluiríamos a centros tecnológicos y universidades con conocimiento especializado sobre materiales, mecánica, diseño, cinética, etc.

Los medios de comunicación especializados en torno al MTB son otro de los nodos que conforman el sector. Sean en papel o en soporte digital, ocupan un lugar. Quizá hoy en un momento delicado debido a la irrupción de la oferta de información en Internet, continúan, sin embargo, con su propuesta. Las marcas siguen convocando a la prensa especializada para sus lanzamientos. Eso sí, junto a influencers y, hasta donde sea posible, usuarios seleccionados.

El segundo vector tendría que ver con todo lo que rodea la experiencia de practicar MTB (en algunos casos, sin una línea clara que lo distinga de la practica de andar en bicicleta en sentido amplio). Sin ánimo de ser exhaustivo, aquí habría que considerar:

  • La puesta en valor de los territorios en los que se puede practicar MTB, incluyendo el turismo y los viajes activos, pero también la dinamización de calles en los pueblos y ciudades y su mejor predisposición para nuevos negocios, como demuestran muchos estudios.
  • El impulso de la vida sana y saludable al favorecer el ejercicio físico, esto es, la cultura del cuidado del cuerpo.
  • La contribución a la sostenibilidad como medio de transporte alternativo a los vehículos a motor contaminantes.

Se podría quizá hablar, además, de una tercera vertiente, la que tendría que ver con el ciclismo competitivo y las pruebas y eventos alrededor de la bici. El Tour de Francia nació para intentar vender más ejemplares de un determinado periódico. Hoy en día los eventos deportivos atraen a mucha gente, son objeto de retransmisión por las televisiones y otros medios y, además, concitan a las marcas para hacer publicidad ante semejante festival. Una gran vuelta dispone de su caravana publicitaria, que rueda cierto tiempo antes por las carreteras que acogerán el paso de los ciclistas. Las marcas se exponen con toda suerte de artilugios para captar la atención del público. En la era de Internet sigue funcionando un modelo que nació a principios del siglo XX en el Tour de Francia.

Así pues, los eventos deportivos de primer nivel generan un importante impacto económico. Pero es que, luego, existen cada vez más y más propuestas para atraer gente hacia un determinado lugar. En el MTB nacional, marchas del estilo de los 10.000 del Soplao, los 101 de Ronda, la Costa Blanca Bike Race (prueba UCI), la Andalucía Bike Race, la Vuelta a Ibiza BTT, la Volcat BTT, la Quebrantahuesos (sí, también versión MTB), la Rioja Bike Race, la Pedals del Foc NonStop, la Madrid-Lisboa, o el Gran Fondo Priorat ganan cada vez cuotas de participación mayor y se presentan como una forma de dinamizar económicamente el lugar donde se celebran. La lista anterior de pruebas se podría ampliar con muchísimas más. Solo he tratado de mostrar quizá las más populares.

Y todo lo anterior avalado por el hecho de que un sector como el del MTB esconde una enorme innovación de usuario, tal como explica Von Hippel en su último libro Free Innovation. Es decir, que el sector debería incluir también esa actividad doméstica que los usuarios desarrollan a espaldas de las estadísticas oficiales en sus garajes. Allí también se genera actividad económica y esto también forma parte del sector por cuanto muchas de esas ideas acaban pasando de una u otra forma al sector «oficial».

En fin, un sector como el de la bici de montaña es mucho más que lo que un día fue la construcción de bicicletas. Quedaron atrás aquellos tiempos y hoy se asalta el terreno de las emociones y los estilos de vida.

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